Archivos Mensuales: febrero 2017

No logro atar los cabos para comprender como es que existe alguien vivo más allá de tu nombre.

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No logro atar los cabos para comprender como es que existe alguien vivo más allá de tu nombre.

Hoy veo en retrospectiva y me doy cuenta de lo mucho que me has cambiado desde que llegaste. Bastaron tan sólo unos días para comprender que algunas personas llegan a tu vida para desmoronarte la tristeza, para descoserte esas risas que pensabas que eran una herida si las sacabas a la luz del día, a descontrolarte los nervios, los sentimientos, las canciones. Y eres tú, eres tú quien me hace querer no morir y ser por siempre joven, y al mismo tiempo me haces querer envejecer a tu lado. Y veo cómo las horas se pasan como agua en mano siempre que estoy a tu lado.

Antes de ti era una sombra en forma de nube que se paseaba por la vida tratando de contenerse la lluvia, pero que, un día, sin más pensar, apareciste como el arco iris al final de la tormenta, y me haces bailar a cada paso que voy. En cada tormenta en la que entro estás tú, que eres Sol, brillando, radiante, atravesando mi piel para llegar a colar tus rayos por mis grietas.

Me amaste roto y por eso te amo con todos mis pedazos. No preguntaste el porqué de mis cicatrices, sino, más bien, también te desnudaste las tuyas y yo, que siempre le he temido al amor, las besé y las hice mías. Mías y de nadie más. ¡Y maldije las palabras que te las hicieron y bendecí la mano que las curó!

Me dices al oído que tienes miedo de perderme y te susurró al hombro que no hay mayor miedo que los principios, pero no temas, no lo hagas, no temas a ser feliz, no temas a ser feliz a alguien más.

Si supieras lo importante que son los besos que me das cuando nadie mira, cuando todo calla, incluso aquellas montañas que nos vieron darnos nuestro primer beso, fue un eclipse.

Dos pueden atraerse como el metal y el imán, pero luego estamos nosotros, que no importan las fuerzas que traten de separarnos, porque el universo nos unió para forjarnos a ser algo inmortal en alguno de sus rincones.

Quiéreme, M. Quiéreme, y no me sueltes jamás.
No dejes que pase frío, que me haga daño el invierno, que el viento traiga de nuevo aquella persona a la que maté y enterré en el pasado, no dejes que vuelva a ser lo que un día fui. Toma mi mano y haz de ella un universo aparte, distante, en donde podamos ser felices tú y yo.
Al final de la tormenta, uno encuentra a alguien con quien querer pasar todos los días, incluyendo los nublados y los soleados, los malos y los buenos, los grises y los de colores, a su lado.

Espera…

Tengo miedo, ahora soy yo quien tiene miedo de que me sueltes y me dejes ir como piedra en una corriente. Sé que soy duro de roer, pero también sabes que puedo llegar a quemar, tanto así como para encender una llama en el corazón más frío.

Te amo, M.

Sabes que llegaste a mi vida para salvarme del naufragio, mi mejor caída has sido tú, utilizas tu saliva para curar mis heridas.

Te prometo que tu corazón, que te lo han roto en mil pedazos antes, intentaré coser, al igual que tus alas, tus miradas tristes. Arreglaré tus días, tu vida y tus noches.

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Nunca nadie me había hecho escribir tanto en dos horas.

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Nunca nadie me había hecho escribir tanto en dos horas.

Cenizas, son todo lo que puede quedar de nosotros al pasar el tiempo; es el levantarte y sentirte vacío, con miedos, casi sin razón aparente para continuar, ¿cuantas veces no me he sentido de aquella manera? y aún así, continuo de pie, cada día me esfuerzo por sentir hasta la más insignificante de las sensibilidades, desde el dolor más agudo y endeble hasta la felicidad más sempiterna.

Y si algo he aprendido, es que en este mundo nada puede llegar a pertenecernos del todo, que cuando más aseguramos la existencia de una propiedad, la vida nos lo arrebata para recordarnos que el único control de las cosas lo tiene esta misma, por ello prefiero dedicarme a disfrutar del momento, de las personas, de los lugares, de la vida…

Las excusas sobran cuando el interés falta. Nuestra vida se define por las decisiones, incluso por las que no tomamos.

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Las excusas sobran cuando el interés falta. Nuestra vida se define por las decisiones, incluso por las que no tomamos.

A veces el problema está en suponer de que aún hay tiempo. Las oportunidades llegan y están para aprovecharlas, de lo contrario se pasan.

Quizás te fuiste de tu relación no porque dejaste de querer sino porque no te convenía. Si la ruptura se dio en etapa de enamoramiento (cuando aún hay dopamina), te costará más el proceso de adaptarte al nuevo estado. No se puede apurar al cerebro a desenamorarse. En el camino se aprende de los errores y se memoriza para no repetirlos. 👉Tomate el tiempo que precises para sanar y recuerda que un clavo nunca saca otro.

Si te han demostrado con hechos que no te quieren o te han dicho explícitamente, entonces es momento de retirarse. Mientras más rápido asumas que la relación terminó, más rápido inicias tu proceso de duelo. El duelo es algo que debe vivirse, es el puente que une la noche más oscura con un nuevo y brillante amanecer. En ese nuevo amanecer te esperan nuevas y mejores vivencias. Usa la noche oscura para aprender y darte lo que necesitas. Entre más dolor más aprende nuestro cerebro, y más evita en un futuro cometer los mismos errores. Así que: entregate al presente, abrazate a la vida y sigue, aún hay más capítulos por escribir.

Porque es tan difícil reparar algo cuando no sabes como es que debe quedar. Cuando no quieres hacerlo, cuando no entiendes o no tienes una buena razón para comenzar siquiera.

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Porque es tan difícil reparar algo cuando no sabes como es que debe quedar. Cuando no quieres hacerlo, cuando no entiendes o no tienes una buena razón para comenzar siquiera.

Hola…
Sé que te prometí ser fuerte y no dejarme caer por esas cosas tontas de la vida, sé que te prometí convertirme en un hombre y olvidar de las cursilerías de guri. Y yo lo intento, juro que estoy. Pero cada día se vuelve más complicado recordar que mi fuerza, ahora debe venir del interior, no de ti. Por más que lo niegue, que ese miedo de perder el control me impida reconocerlo, en el fondo yo sé la verdad. – si yo seguiré las extremidades, fue por ti. Si guardo mis lágrimas, fue por ti, también. Si yo me tragué las palabras crueles y me complejo entorno, fue por nosotros dos. Y ahora qué hago conmigo mismo? Junto con usted, se fue mi parte madura e independiente. Gracioso, siempre pensé que hacía todo solo, y me acabo de dar cuenta que a cada paso me hacía más dependiente tu. Entiendes? Como una droga, un veneno. Fuiste mi salvación por tanto tiempo, y ahora me hace caer en un abismo aún mayor. Tú nunca fue capaz de entender. Tú nunca sintió nada. Tú nunca me amó. Fui yo quien amé por nosotros dos.
Ahora, frente al espejo, miro mi imagen y ya no me reconozco. Los rasgos son los mismos, las ropas son las mismas, todo está igual. Pero no parece más yo. Este extraño que si se adentró y tomó posesión de mi cuerpo es un ser que no conozco, es un ser sin vida, sin pasión. Todo esto fue tomado de mí con la misma rapidez que me fue dado, toda voluntad de gritar se acabó. Sólo me queda un suspiro ronco, perdí mi voz. Gracioso, solía no saber la hora de dejar de hablar. Dicen que el amor nos cambia, pero pensé que era para mejor, pensé que ganábamos color, no apatía. Por mucho tiempo, lo admito, fui feliz. Pero acabo de descubrir que ese » soy feliz » es la mayor desgracia del amor – tú crees eso con todas tus fuerzas, hasta que se termina y te das cuenta de que, en realidad, » somos felices «. yo enciendo la televisión y Descubro que ya no sé qué programas mirar, voy al cine y solo cuando llego allí, recuerdo que no me gustan las películas de acción. Me gustaría sólo de tu mano apretando la mía, de tus brazos sobre mis hombros. En el restaurante, nadie se va a dividir el plato conmigo. Gracioso, después de tanto tiempo, yo desaprendi a diferenciar el » yo » del » nosotros «.
Pero, como dicen, en toda comedia hay tragedia. Y creo que esta está más presente en mi que en ti. Dónde estaba yo todo este tiempo, mientras que las cosas cambiaban? Siento como si te hubiera me aislado en un baúl en el fondo de su habitación, con miedo de salir de allí y loca por saber la verdad – tú siempre supe que yo era débil. Incluso cuando me tragaba el llanto, incluso cuando yo habría recibido el grito. Aunque el mundo desplomado y yo sonriendo, tú sabía que dentro de mí, la debilidad era mi mayor derrota. Aprendí a esconderla del mundo, pero nunca fui capaz de poner una portada para ti. Al final, tú tenías razón. Sé que te dije que todo estaba bien, que el para siempre nunca existió para mi también. Pero sólo un vistazo hacia adentro de mis pozos negros es capaz de revelar mi estado real. Estoy en un punto medio entre » destruido » y » terminado «. perdí mi solución. Ahora solo quedo yo, y, vivir solo nunca fue mi don.
No voy a mentirte, no a esta altura del campeonato. Siempre fui verdadero – lo máximo que pude – contigo, no veo motivos para dejar de ser justo ahora. Si ese es el final, ese es el momento de la verdad. Por más que quiera volver corriendo a tus brazos, llamarte desesperado y pedir para que regreses. Por más que tu ausencia me esté haciendo derramar lágrimas arriba del teclado, que mis manos están temblando y la angustia esté a punto de noquear a mi pecho. Por más que todas esas palabras no tienen influencia sobre ti, yo quisiera que tú supieras – perdoname.
Me perdonas por falta de espacio, por asfixia precipitado. Por ver una mariposa en alguien que solo era una oruga, principalmente, por llamar de amor esa sensación de bienestar. Me perdonas por las llamadas de madrugada, por los mensajes desesperados. Me disculpas por confiar en ti mis secretos, por creer que podría funcionar. Me perdonas por tratar de cambiarte, y por dejar que me cambiara. Lo siento, sobre todo, por las cartas – no – entregados, por las palabras profundas que nunca fue capaz de entender, por el futuro que he planeado sólo. Me perdonas por depositar mi fe en quien no merecía ni un solo segundo de mi tiempo. A pesar de todo, yo te he amado. Amé tu cabello desordenado, ropa (des) combinadas, tu mirada y tu forma de dueño del mundo. Te amé por completo y deseé que eso fuera suficiente para ser eterno. Hoy veo mi estupidez. Por qué antes de ser eterno, tiene que ser. Y tú no lo fue. Ahora soy capaz de entender que los niños, serán solo los niños. Y yo necesito un hombre, porque a pesar de los pesares, tú me enseñaste a ser hombre. Entonces, me perdonas – pero quién te manda aunque, ahora, soy yo.
Con amor, E.

Si no es para ti, ni aunque te lo pongas derechito y planchadito. No ignores cuando es tiempo de cerrar ciclos. Sólo es un cambio, deja que las cosas pasen.

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Si no es para ti, ni aunque te lo pongas derechito y planchadito. No ignores cuando es tiempo de cerrar ciclos. Sólo es un cambio, deja que las cosas pasen.

Estaba preciosa.
Aún la recuerdo. El sol moría en el horizonte, mientras un “nosotros” empezaba a nacer desde el fuego. De ese tipo de fuego que emana una chispa sobre un bosque marchito.

Me senté al borde de mi vida para ver cómo mi mundo se derrumbaba mientras ella no dejaba de sonreír. Ver que, más allá del dolor, también hay unos ojos que esperan por ti para verte como si existieras tú. Solamente.

Era un poco tímida, pero a veces quería comerse el mundo que, dicho sea, lo llevaba también al borde del precipicio. Rugía como leona cuando no podía más y en el último aliento, me asomaba, y le daba un beso, y se quedaba en silencio tras haber pasado unos minutos ya del desorden de sentimientos.

—Somos dos mundos en ruinas que colapsaron, pero que en el intento se hicieron una herida mortal —le dije una vez.
—Una herida mortal puede volver a cualquier humano inmortal. Y yo detesto lo permanente. Sabes que fluyo como el viento, que, a diferencia, el día que me voy, jamás vuelvo.

Y desde aquel instante supe que la odiaría. Odiaría echarla de menos para siempre. Buscarla entre las hojas del otoño y saber que estoy buscando en vano lo que jamás volveré a encontrar. Gritarle a los cuatro vientos que la amo y que ella jamás me amó. A veces me quería. A veces. A ratos. Casi nunca. Fueron tan pocas las veces en las que lo hizo. Sólo cuando lloraba. Cuando no quedaba de otra que sentir y bailar al ritmo del amor. O como quieras llamarlo: ruinas, destrucción, metanfetaminas. Cada quien tiene su propio concepto de amor y el mío lleva su nombre.

Ojalá se hubiese enamorado de mi desastre, también. Y no solamente de las vistas preciosas que conducían mis manos sobre su cuerpo; de las canciones que le dedicaba de madrugada cuando, aún dormida, la despertaba con un beso en la frente; de los abrazos cuando se sentía rota y no quedaba de otra que ser fuerte.

Hubiese querido que se enamorara de mis malos ratos, de mi rebeldía, de mis adicciones, de mis manías, de mis ataques…o sea…..de mi.