Archivos Mensuales: diciembre 2015

Antes de juzgar y criticar a los demás…colócate en sus zapatos; Porque quizás te lleves una sorpresa y te des cuenta de lo GRANDES que te quedan

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Antes de juzgar y criticar a los demás…colócate en sus zapatos; Porque quizás te lleves una sorpresa y te des cuenta de lo GRANDES que te quedan

Pese a que no puedo mantenerme alejado de usted, de sus encadenantes ojos, de sus caprichosos labios y su intimidante ser aún cuando sé que a mi alma le hace daño, mi masoquista corazón se aferra a su recuerdo; pese a que se me pasa la vida anhelándola y deseando tenerla cerca un minuto más, aún cuando tengo claro que su amor me consume y me debilita, que no debo, que usted está prohibida… mi alma la reclama y la llama a gritos.
No puedo mantenerme lejos, no puedo dejar de pensarla, no puedo dejar mis pecados imaginarios junto a usted. Me he convertido en ese absurdo títere que se maneja tras su antojo. La deseo y la detesto y la amo y la sueño y la vivo. Usted es la imagen pura de aquello que deseo y no puedo tener, de lo que me hace bien y me destruye. Es mi pecado definitivo, mi única razón de ser. Usted es… éso indefinido que llena mi alma.

La tortuga no es ninguna tonta. Hay momentos de la vida, donde haciendo menos pero con más sabiduría se gana más. Distingue esos momentos.

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La tortuga no es ninguna tonta. Hay momentos de la vida, donde haciendo menos pero con más sabiduría se gana más. Distingue esos momentos.

Después de tantos años intentado construir algo juntos, vienes ahora con tus manos destructoras a tirarlo todo y a desecharlo como si fuese basura todo lo que me llevó una vida levantar desde los cimientos. Y es que, a veces, es tan difícil lidiar con una situación parecida a la tormenta que compartimos. Sólo llueve. Ya no cala. Ni moja. Ni duele. Sólo son gotas cayendo sin sentido, siguiendo su rutina. Todas las rutinas apestan, al igual que amar mal. Porque si alguien va a querernos esperamos que lo haga bien, y que no lo tire todo al abismo. Pero qué sabrá de aquello que llevamos varios inviernos arreglar, es decir, el corazón roto. Y qué privilegio tienen esos corazones que saben olvidar fácilmente quién y dónde le apuñalaron.

Ojalá el mío fuese de esos: que pudiese llorar por algunas noches, pero que entienda que algún día tendrá que pasar página. Y el mío sólo sabe hacerlo doblando la esquina de la página, porque es masoquista el hijo de puta: vuelve cuantas veces quiere herirse a sí mismo. No lo culpo tampoco, porque las cosas se parecen a su dueño. Y él se parece mucho a mí. A los lugares a los que regreso por el mero hecho de ir contando, una a una, las razones que me obligaron a irme. Y en una, por no decir en todas, te reconozco.

Espero que entiendas que chicos como yo, a veces, la vida se nos queda demasiado grande para lo pequeños que nos sentimos en algunos rincones. Que entiendas que soy el chico que deja pasar trenes, que pierde muchos atardeceres, que cuando se ve las manos mira que lo ha perdido todo, que cuando la vida le comienza a ir bien le entra miedo. Espero que entiendas que chicos como yo la felicidad es un concepto que desconocemos, porque hemos sido chicos tristes. Y no hay nada que perdonar, puesto que si te fuiste sin avisar, antes de darme cuenta que quien se estaba yendo en realidad era yo, fue porque a nadie le gusta embarrarse de tristeza. Y toda esa mierda.

Hay veces en la vida donde no hay vuelta atrás una vez que has pasado de página, así dejes doblada la esquina.

Mirarte en los ojos de los que te miran, de los generosos, de los de sonrisa franca. El buen amor, amor imperfecto y auténtico, lugar donde las máscaras caen y descansan.

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Mirarte en los ojos de los que te miran, de los generosos, de los de sonrisa franca. El buen amor, amor imperfecto y auténtico, lugar donde las máscaras caen y descansan.

Después de tantas caídas, parece que no he aprendido nada sobre la piedra. Pareciera que ella se atraviesa por mi camino intencionalmente, aunque sepa que me ha causado varios accidentes ya, pero qué accidente fue enamorarme de ella. De su voz, de su mirada, de su alma oscura, de su corazón roto. Ahora comprendo que siempre he sido amante de lo roto, de lo oscuro, de lo sombrío, porque sé que es lo más sincero y honesto que alguien posee. Como esos momentos de sinceridad por las madrugadas o como cuando eres una ola y el abrazo es el mar. Y todo sigue su corriente.

No sé por qué sigo escribiéndote si sé que tú hace tres otoños que me dejaste de leer. Y es por eso que, en algunas noches, no puedo evitar sostener en la garganta ese grito que lleva varios años atorado ahí, donde uno se tiene que tragar muchas de las palabras que quiso decir en un momento dado y no encontró forma de hacerlo.

Ya nada queda por poetizar ni eternizar, porque en realidad ya he gastado toda palabra, sentimiento y sílaba en echarte de menos. Pero siempre fui de recordar porque, aunque me haga daño, me hace sentir bien. Como algunas canciones. Se sabe que son autodestrucción escucharlas, pero aún así las cantamos a todo pulmón.

Y qué bonita era tu sonrisa cuando, noche tras noche, te la pasabas llorando por alguna tontería que esta sociedad te hizo creer. Pero tú eres bonita, que no se te olvide, primero que se te olvide la belleza de un ocaso antes que la belleza propia.

Aunque ya no te interese saber de mí, quiero que sepas que todas las noches que me la he pasado recordándote, han sido las mismas que tú utilizaste para olvidarme. Y, por lo visto, te fue muy bien.

Un homenaje para ti.

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Un homenaje para ti.

Voy a decirte lo que nunca te dije, a destiempo. Perdona, de antemano, si ya no te importa o si estás con alguien más cuando leas esto. Pero como sabes muy bien: siempre fui el chico de los demasiado tarde.

Quiero empezar diciéndote que la primera vez que te vi, supe exactamente lo que por años había buscado, pero que por cobarde no quise abrir los ojos hasta que te vi pasar unas veinte veces frente a mí. Y solamente me limitaba a sonreírte y a pensar en lo bonita que eras cuando llevabas los cascos puestos, y suponía que imaginabas que eras la protagonista de alguna novela ficticia en tu cabeza. Y lo bonita que te veías todo el tiempo, porque al principio te idealicé: supuse cómo era tu voz cuando estás rota o tu mirada cuando el mundo se te cae en mil pedazos.

Pensaba en ti el mismo tiempo que tú no pensabas en mí. Gastaba la mayor parte de mis horas en escribirte algún que otro escrito y luego lo abrazaba como si de verdad se tratase de tu alma, de tu piel. Quizás ni siquiera te lo imaginabas, pero tu sonrisa era como una estrella inalcanzable, como una verdadera e irreal utopía. Y las utopías, siempre, siempre terminan doliendo.

Me doliste tanto como llegué a quererte. Porque el amor al igual que las heridas, ya sabes aquello de que hay que tener cojones para enamorarte y que quizás no sea correspondido tu amor de la forma en que tú mereces. Porque es terrible la idea de aceptar un amor que no está a la altura del nuestro. Como iba escribiendo, el tuyo sí lo fue. Y cómo no serlo, si los latidos del corazón nunca mienten. Y ellos hablaron por nosotros todas las veces que tuvimos la oportunidad de abrazarnos y sentir que éramos una sola y muy herida piel.

Cuando te acariciaba las heridas pensaba en lo bonito que sonreías para lo rota que estabas. Y te mantenías a pie del cañón, porque jamás fuiste de las que se rinden fácilmente, pero que, a veces —me decías—, hay que saber rendirse en un abrazo y que eso también sabe a victoria. Y jamás me pasó por la cabeza que la gloria a la que te referías, podía curar tanto un corazón roto. Un abrazo hace eso.

Lo segundo que quiero decirte, independientemente si has llegado hasta este punto —y espero que sí—, es que lo siento. Siento mucho haberte arruinado las mejores vistas que te prometía el paisaje. ¿Y sabes? Fueron caminos distintos los que nos deparó el destino en ese preciso instante en el que el horizonte se dividió en dos. Siento tanto haberte destrozado más de lo que ya estabas antes de mí, perdón por haber sido esa tormenta que no cala, pero duele.

La vida se torna oscura —más oscura en mi caso— cuando eres el protagonista de una herida más en la piel del otro. Y tienes que seguir latiendo a través del dolor. Y no en su sonrisa.

Joder, chica. Cómo olvidar las veces en las que me llamabas y te soltabas en llanto al otro lado del móvil. Y yo no podía hacer absolutamente nada, excepto salir a buscarte. Y abrazarte fuerte y poner tu canción favorita en el coche, mientras conducía a un lugar alejado de la ciudad, donde podías gritar a todo pulmón sin que nadie te preguntara que qué te pasaba. Porque odiabas las explicaciones, mucho más si se trataba sobre tu estado de ánimo, detestabas compartir con el resto lo que te consumía, pero siempre fuiste de ir regalando sonrisas —fuiste muy generosa en ese aspecto—, pero debiste saber que hay veces en el camino en las que tienes que detenerte, tomar un respiro, llorar si es necesario y seguir andando como lo has venido haciendo todo este tiempo. Porque no todo tiempo es tiempo de andar, hay tiempo para descansar y respirar. Hay momentos para ser guerrero y momentos para ser refugio.

Y lo último que quiero decirte es que, si un día encuentras a alguien más, por favor, dale una oportunidad. Jamás pases del amor, porque él es quien nos hace sentir cosas bonitas, incluso cuando nosotros somos un desastre sin causa ni efecto. Y que, ojalá, pienses en mí cuando, andando y buscando, escuches nuestra canción en la radio. Ojalá pienses en mí cuando alguien lleve puesta la misma colonia que uso yo; cuando alguien más diga alguna tontería sin sentido como cuando trataba de hacerte reír porque ya estábamos cansados de tanta tristeza; cuando en algún atardecer pienses en todas las locuras y caídas que sufrimos por haber sido valientes. Valientes, eso fuimos. Y, al final, acertamos en aquello del amor que merecemos.

Recuérdame como el chico de los demasiado tarde, pero que perdía el tren de vuelta a casa por quedarse un rato más contigo.

Posdata: Nunca me olvides, nunca nos olvides.

Y te acomodaste como para quedarte; cuanto lugar guarda mi corazón , que ni siquiera sabes que hay lugar de sobra para tus innumerables formas de conquistarme.

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Y te acomodaste como para quedarte; cuanto lugar guarda mi corazón , que ni siquiera sabes que hay lugar de sobra para tus innumerables formas de conquistarme.

Toda la vida buscando el arma homicida
y me vengo a dar cuenta de que es tu mirada,
esa que derrocha poesía entre tanto verso
y la que te ve a ti arder desde que no te cuento
tu cuento favorito.
Y los monstruos parecen cobrar vida desde el papel.

Si después de tanto tiempo sigues calándome la herida,
curándome las noches de guerra conmigo mismo,
sigues siendo la pista de mis aterrizajes
cuando ya no tengo paisaje al que admirar ni contemplar
cuando me siento perdido.
Porque te regalé todos mis nortes
y me quedé sin ninguna pista de cómo ser encontrado.
Porque me perdiste
y me viste arder cuando, mientras amanecía, yo anochecía.
Porque me perdiste
y me viste brillar sin ti.
Pero lo que no sabes es que mientras más me alejaba,
más me apagaba.
Ahora soy una estrella que ha perdido su luz
y siempre la encuentra cuando te ve sonreír a lo lejos.

Creo que merezco algo que me destroce por completo.
Ven, sí, tú.
Porque hay personas como yo a las que nos aburre la calma,
así que prefieren la tormenta antes que el tormento
de escucharse a sí mismas cuando nadie más habla,
cuando nadie baila
y todo parece una escena sacada de una película de ciencia ficción.

Contigo empezó lo que conmigo terminó,
así que mírame bien a los ojos
cuando te hablo bajito,
cuando quiero pasar desapercibido en un mundo que arde en llamas
y es que tú no me llamas cuando necesito escuchar tu voz.
Y por eso estoy igual que él: ardiendo.

Me estoy acostumbrando a ser la canción que todos quieren olvidar,
a ser el viento que todo se lleva, pero que antes todo destruye,
porque soy tornado,
soy destrucción para quien, como tú, decide acercarse un poquito más.
Por masoquismo o por curiosidad.

Le pusiste mi nombre a tus ojeras,
pero yo le puse tu nombre al amor.

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Héroe,
eso me faltó ser.
Ser mi salvavidas,
salvarme ante el naufragio que anticipaban
tus pasos acercándose a mí.

Apareciste cuando yo era una herida,
por eso te dolí desde el principio,
ojalá se pudiesen cambiar las primeras malas sensaciones
por ser la canción que tarareen tus labios por las noches.

Si me dicen que tú no eres poesía,
yo les diré que nunca han sabido de literatura
ni de ser poetas.
Poeta es la noche mientras una canción se reproduce
y nuestras vidas no piensan dos veces en atravesarse,
una con la otra.
Y enredarse como se enredan los cascos cuando los llevas en el bolsillo.
Y es, a veces, prácticamente imposible desenredarlos.

Qué quieres que te diga,
si ya te lo he escrito todo,
todo lo que no te dije.

A veces no salva el hecho de que te abracen,
sino el acto de valentía de abrazar una ruina que está a punto de colapsar.
No te detengas.
Sigue.
Llegó Diciembre
y hace frío.
Y los recuerdos por estas fechas siempre me han sabido muy amargos recordar.

Espérame lo suficiente
como para sacarte a bailar en la estación correcta,
porque siempre he sido yo el incorrecto
en las vidas que he conocido.
Perdón si no llego a tiempo,
pero siempre soy yo quien se detiene a contemplar los atardeceres.
Y ellos al igual que tú
están
lejos.

«El hielo y las largas noches de luna, con su tormento, me parecían un sueño remoto de otro mundo, un sueño que había nacido y se había desvanecido. Pero, ¿qué valor tendría la vida sin los sueños? (Fridtjof Nasen, explorador y naturalista)

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«El hielo y las largas noches de luna, con su tormento, me parecían un sueño remoto de otro mundo, un sueño que había nacido y se había desvanecido. Pero, ¿qué valor tendría la vida sin los sueños? (Fridtjof Nasen, explorador y naturalista)

Prepárate agua fresca de las que se beben a borbotones; haz de tu vida un inmenso mundo de sensaciones; que no te importe el que dirán; dibújale a la vida el contorno perfecto ; aprecia todos los ángulos y suelta amarras, eleva vuelo.
Desatina un poco con el común de los humanos; algo loco no es tan malo; muestra tu corazón tal cual es hijo; seguro dolerá un poco, pero estarás sereno ante tu elección.
Si no siguen tu música, será por que aun no la han comprendido; cada cual tiene su ritmo; busca el tuyo; allí esta.
Piensa simplemente en caminos, vive las aventuras como las ultimas; el tiempo pasa demasiado pronto y los análisis de las situaciones son una mera excusa para explicarnos por que hicimos tal o cual cosa, solo hazla; siéntela, sumérgete…
Te dejo emociones, historias de amor verdadero, canciones y un par de retos, es lo que hacen las madres…
Te dejo la simplicidad de ser tan cual eres; así te quiero; por que el día en que naciste me preguntaron: Quien esta ahí??, tocando mi panza grandota, sin dudarlo respondí.

Las letras son un eficaz remedio para curar el olvido, son el ancla que sostiene a las palabras para que no las aleje el viento, guardan lo que la memoria no alcanza a recordar, estimulan la imaginación, en ocasiones se llevan la tristeza y ayudan a bien dormir.

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Las letras son un eficaz remedio para curar el olvido, son el ancla que sostiene a las palabras para que no las aleje el viento, guardan lo que la memoria no alcanza a recordar, estimulan la imaginación, en ocasiones se llevan la tristeza y ayudan a bien dormir.

Me causa un escalofrío el hecho de pensar que, al final de esta canción, terminaremos siendo dos desconocidos. Y que jamás nos volveremos a mirar como si mirásemos la única salida de Roma, o como si fuésemos la única respuesta a todas las preguntas. Algo hay de cierto aquí: las personas una vez que se conocen del todo, utilizan todas sus fuerzas en intentar desconocer el infierno del otro. A nadie le gusta quemarse, mucho menos en fuegos ajenos. Pero, por ironía, a todos nos gusta el placer de morir: fumar, beber, amar. Nos gusta la muerte lenta y dolorosa.

Después de tantas verdades envueltas en una broma, o de las tantas mentiras que escuchamos cuando la mirada del otro intentaba apagar las luces de su habitación y dormir todo un septiembre, hasta que la tranquilidad llegase a ese corazón que tan dañado estaba tras la devastación.

¿Pero, cariño, acaso nosotros no estábamos tan dañados después de todo? ¿Cuánto daño nos hizo septiembre? Las heridas eran evidentes, aunque las intentáramos maquillar con una sonrisa que nada sabía de ser feliz.

A día de hoy no he encontrado un concepto que nos defina como merecemos, y he llegado a la conclusión que a algunas historias el final les queda demasiado corto para la altura de las páginas anteriores. Y todas las líneas que subrayamos con ánimos de no olvidarlas jamás, porque eran lo más parecido a nosotros.

Dicen que para cada historia hay un final, aunque a veces no es digno.

Te quiero, y no es excusa. No me estoy excusando de mis errores, ni de mis tropiezos. Te quiero, y lo sientes. Aunque ahora seamos desconocidos que se piensan cuando están a solas. E intentan apartar la mirada cuando se topan accidentalmente por la calle. Pero que sonríen cuando en la radio suena su canción y que por las noches comparten lágrimas con almohadas diferentes.

Ojalá hubiésemos vuelto a vernos en nuestra despedida. Ojalá una despedida sólo significase dejar ir, y no irse uno también. Y quedarse, después de todo, sin nada.

El lector tiene el defecto de enamorarse del personaje del libro. El personaje de libro tiene el defecto de no poder salir de allí.

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El lector tiene el defecto de enamorarse del personaje del libro. El personaje de libro tiene el defecto de no poder salir de allí.

Muchos detestan la televisión por la mierda de programas que ésta ofrece. En mi caso, la detesto no por los programas que ofrece, sino por el ruido interno que siempre tengo conmigo. En mi cabeza hay muchas voces que gritan al mismo tiempo. Gritan bazofias, gritan mierdas, gritan genialidades, gritan lo que se les da la puta gana, pero no se callan, o sí, sí se callan. Cuando se callan no es el ruido lo que me estorba, sino la lluvia de meteoros atiborrados de ideas que se da en mi mente. Es como prender varias radios al mismo tiempo y sintonizar cada una en una frecuencia distinta. Por eso detesto la televisión, por el ruido que representa. ¿Y la música?, no, la música logra que mi ruido inherente se mueva en un solo compás, de tal manera que las ideas, aunque sea en silencio, logren estar en la misma frecuencia durante un momento. La televisión la uso para ver películas y que el ruido descanse, pero nunca se va del todo, basta con que me impacte una pequeña idea de la película para que el ruido retorne con más bríos y me joda la mente.

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Toda la vida buscando el arma homicida
y me vengo a dar cuenta de que es tu mirada,
esa que derrocha poesía entre tanto verso
y la que te ve a ti arder desde que no te cuento
tu cuento favorito.
Y los monstruos parecen cobrar vida desde el papel.

Si después de tanto tiempo sigues calándome la herida,
curándome las noches de guerra conmigo mismo,
sigues siendo la pista de mis aterrizajes
cuando ya no tengo paisaje al que admirar ni contemplar
cuando me siento perdido.
Porque te regalé todos mis nortes
y me quedé sin ninguna pista de cómo ser encontrado.
Porque me perdiste
y me viste arder cuando, mientras amanecía, yo anochecía.
Porque me perdiste
y me viste brillar sin ti.
Pero lo que no sabes es que mientras más me alejaba,
más me apagaba.
Ahora soy una estrella que ha perdido su luz
y siempre la encuentra cuando te ve sonreír a lo lejos.

Creo que merezco algo que me destroce por completo.
Ven, sí, tú.
Porque hay personas como yo a las que nos aburre la calma,
así que prefieren la tormenta antes que el tormento
de escucharse a sí mismas cuando nadie más habla,
cuando nadie baila
y todo parece una escena sacada de una película de ciencia ficción.

Contigo empezó lo que conmigo terminó,
así que mírame bien a los ojos
cuando te hablo bajito,
cuando quiero pasar desapercibido en un mundo que arde en llamas
y es que tú no me llamas cuando necesito escuchar tu voz.
Y por eso estoy igual que él: ardiendo.

Me estoy acostumbrando a ser la canción que todos quieren olvidar,
a ser el viento que todo se lleva, pero que antes todo destruye,
porque soy tornado,
soy destrucción para quien, como tú, decide acercarse un poquito más.
Por masoquismo o por curiosidad.

Le pusiste mi nombre a tus ojeras,
pero yo le puse tu nombre al amor.