Te vi por primera vez una infinidad de veces. Y tú no te diste cuenta de la forma que te miraba.

Estándar
Te vi por primera vez una infinidad de veces. Y tú no te diste cuenta de la forma que te miraba.

Elígeme siempre y cada uno de los días. Llámame si piensas que la vida no vale la pena, para que cure tus malos recuerdos. Pregúntame a mí si algún día te pierdes; si dudas de cuánto vales; si no sabes adónde ir.

Siempre voy a guardarte un abrazo; y si una noche sientes frío y buscas tu hogar; si entonces te acuerdas de mí y me eliges, yo te guardaré calor y te quitaré la lluvia, y te pondré estrellas de guía aunque se negara el sol.

Ya no tienes que ser invencible, pues te he elegido para cuidarte. Puedes rendirte y pedir ayuda, abandonarlo todo y empezar de cero. Y te estaré amando como el primer día, pues yo te he elegido a ti.

Condenada a ser sombra de tu sombra,
a soñar con tu nombre en cada madrugada.
Por la ventana abierta un olor errabundo
de vida, -¿y tú en que calle?-
un temblor en la luz,
el llanto de algún niño.
Y tus ojos cerrados,
o tus ojos abiertos como dos golondrinas,
y tu mano en el agua o tu mano en tu pelo
o tu mano en el aire con su triste blandura,
-¿y en qué calle tus pasos?-
y yo en sueños atada al hilo de tus sueños,
condenada a ser sombra de tu sombra,
a soñar con tu nombre en cada madrugada.

Deja un comentario