De compras en un domingo de mierda
Después del ritual casi dionisíaco del sábado, en el que uno se dispersa en cualquier actividad lúdica fuera de la cotidianidad, mandando lo convencional a la mierda y sin importar un carajo lo que pueda resultar de ello, uno se despierta el día domingo con resaca o con cansancio. ¡Claro!, cansado de descansar. Al abrir los ojos se siente aquel peso insoportable en los párpados, aquella señal de que no es un día cualquiera, no es un grato lu…nes de trabajo, sino un domingo de mierda. Uno sale de la cama y quiere evitar la ducha, pues los domingos se hicieron para andar en pijama. Uno desayuna con la conciencia de que aquella comida no purgará la sensación suicida de aquel deleznable día. Todo empeora cuando uno va a la nevera o al baño y no hay comida, o peor aún: no hay papel para limpiarse el culo; entonces, hay que ir de compras. Terrible situación, uno se embarca en esa tribulación de gente que pulula alrededor de todos esos productos que antes de entrar por la boca ya habían entrado por los ojos. Puta publicidad, putos domingos de mierda, puto dinero necesario y puta necesidad de él. Me veía caminando por instinto en medio del Super, poniendo en el carrito cosas que no necesito pero que me las embutiré de todos modos. Luego la fila para pagar, la cartera, la carretera y de nuevo en casa. Putos domingos de mierda.
@exalope 